Insomnio: ¿por qué no se relaja la mente?

 

Reza el dicho popular que "la cabeza no para", y es precisamente esta actividad incansable del cerebro uno de la principales motivos para no dormirse con facilidad. Veamos cuales son las causas principales de esta dificultad para relajar la mente...

Rumiaciones

La "rumiación" es un término que se usa en psicología para definir los pensamientos repetitivos acerca de asuntos que a uno le preocupan, pero sobre los que no encuentra una fácil resolución. Eso hace que los "regurgitemos" de la mente, y los "masquemos" una y otra vez de manera incesante. Pueden ser problemas laborales, conflictos con otras personas o síntomas orgánicos asociados a enfermedades. El problema en sí no es lo importante, sino el procesamiento constante e improductivo al que estamos sometiendo el asunto. Sin duda, esta es la principal causa que impide llevar el cerebro a la calma que requiere para entrar en el necesario y saludable sueño.

Incongruencias intra-personales

Lo que somos, lo que sentimos, lo que expresamos y lo que mostramos a los demás, son aspectos que no siempre guardan coherencia. Aunque nos sintamos tristes o enfadados, tendemos a mostrar una imagen alegre y distendida de nosotros mismos (o al menos lo intentamos) y creamos una incongruencia intrapersonal. En este sentido, la redes sociales han hecho mucho daño, pues lo que representamos en ellas no siempre se corresponde con lo que somos o con cómo nos sentimos. Y aunque ignoremos este hecho, nuestra mente lo sabe y se siente inquieta ante esta discrepancia, por eso no puede encontrar la relajación necesaria para dormirse.

Cansancio o abotargamiento físico

Tanto el cansancio excesivo, por haber trabajado mucha horas a un ritmo intenso, como la falta de actividad física pueden impedir que nos durmamos. Si estamos muy cansados, es posible que el cuerpo necesite unas horas para relajar los músculos e inhibir la activación del sistema nerviosos que los pone en funcionamiento. Si además el esfuerzo ha estado asociado al estrés, por una condiciones de trabajo desagradables o agobiantes, se juntarán el cansancio físico con una sensación de desgaste mental, propiciando ambos el insomnio.

También la falta de actividad física puede provocar insomnio. Si no hemos hecho nada en todo el día, es posible que la mente lo codifique de manera que no encuentre motivo para el descanso. Esto no quiere decir que no lo necesitemos, pero el número de horas que dormiremos puede ser mucho menor del habitual.

Falta de motivación

Para muchas personas (no para todas), la falta de motivaciones personales les induce un estado de apatía en el que cuesta conciliar el sueño. En estos casos, el insomnio parece surgir inexplicablemente, pues uno no identifica preocupaciones, situaciones de estrés o incongruencias personales. No hay razones para no dormirse y, sin embargo, uno se enfrenta muchas noches a la situación de dar vueltas en la cama sin entender por qué.

A menudo, cuando en la vida no hay metas, ilusiones o proyectos personales, se pierde la capacidad de dormir con facilidad. La mente lo codifica de la siguiente manera: "Si no tienes nada por lo que levantarte mañana descansado, ¿para qué quieres dormir?". De esta forma, la apatía se instaura haciendo perder las ganas de actividad durante el día, y la capacidad de dormir por la noche.

Hábitos irregulares

Si cada día cenamos a una hora, nos acostamos a una hora, o paseamos a una hora, al sistema nervioso le costará encontrar una pauta de sueño regular y estable. No podemos esperar, por tanto, que el cerebro se adentre en el sueño en el momento exacto en que nos vamos a la cama. Es preciso tener cierta estructura diaria (tampoco tienen que ser unos horarios estrictos) para poder dormir con facilidad, y que las horas de sueño nos resulten productivas y reparadoras.

Estímulos activadores

El dormitorio es el lugar, como su nombre indica, para dormir (y para el sexo, por supuesto), pero para muchos se ha convertido en oficina, lugar de ocio, gimnasio o incluso comedor. Los estímulos asociados a una estancia inducen a la mente a un tipo de activación. Si a una habitación sólo vamos a dormir, el cerebro tenderá a relajarse en ella. Si, por el contrario, en esa estancia solemos ver la tele o hacer ejercicio, el cerebro se dispondrá a prestar atención o a movilizar los músculos, respectivamente, lo que le mantendrá activo y poco predispuesto a relajarse. Aunque la televisión esté apagada o no hagamos ejercicio, la mente asociará ese lugar con esas actividades, generando la disposición neuronal para realizarlas.

Otro estímulo muy relevante es la presencia de luz, sobre todo si esta se dirige directamente a nuestros ojos, tal y como sucede con la televisión, el teléfono (smartphone) o el ordenador. Ante la ausencia de luz, el cerebro segrega melatonina, que es la hormona que induce el sueño. Si los ojos siguen recibiendo luz, el cerebro entiende que no es de noche, y que no es el momento de dormir, así que no se estimula la secreción de esta hormona. Una pantalla luminosa a menos de medio metro de nuestros ojos es una potente inhibidor de sueño, y aunque no sea la causa directa del insomnio, no potencia en absoluto las condiciones para dormirse con facilidad.

Resumiendo

Si bien no son estos los únicos factores que mantienen y generan el insomnio sí son algunos de los más comunes. Aunque está considerado como un trastorno en sí mismo por el DSM-5, es más un síntoma que una patología propiamente dicha, y que se puede manifestar asociado a la depresión, la ansiedad, la fibromialgia o la apnea obstructiva del sueño. En estos casos, habría que atender y abordar el trastorno del que forman parte, y no al insomnio como tal.

En ausencia de otros síntomas que lo vinculen a otro tipo de enfermedad, el insomnio puede evitarse atendiendo a las causas que hemos expuesto, las cuales pueden ser analizadas y evaluadas por un profesional de la psicología, siempre y cuando no nos sintamos capaces de hacerlo por nosotros mismos, por supuesto.

Comentarios

  1. Me ha gustado el artículo. Pero lo difícil no es averiguar la causa, sino que hacer una vez que la has identificado.

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    1. Efectivamente, esa es la principal dificultad. Y la respuesta no es fácil, ya que cada motivo tiene, necesariamente, un abordaje diferente.

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