No son tóxicas, sólo son incompatibles

Hay personas cuya presencia, sin causa aparente, nos provoca incomodidad. Si podemos evitarlas e ignorarlas, lo hacemos, y si ellas nos ignoran a nosotros, nos produce alivio más que malestar. Es fácil presuponer que estas personas tienen una "energía negativa", que dan "mal rollo" o que "nos consumen por dentro". Por eso tendemos a considerarlas como tóxicas.

Pero es probable que ellos también sientan lo mismo por nosotros, lo que nos debería conducir a la pregunta: ¿quién es realmente el tóxico? O mejor expresado ¿es la toxicidad la cualidad de aquellos que nos caen mal? Porque lo normal es que los apelativos negativos se los adjudiquemos a los demás, y no a nosotros. De hecho, tendemos a buscar a alguien al que también le resulten incómodas la mismas personas que a nosotros, para corroborar así que el tóxico es él, y los sanos comos nosotros.

En el cine y la literatura se nos han vendido unos personajes perfectamente ubicados en el bien y el mal, para que nos identifiquemos con los primeros, y sintamos aversión por estos últimos. Hasta el punto de alegrarnos con su muerte cuando se produce. Pero la realidad es diferente, y establecer el bien y el mal cada vez resulta más complejo.

En nuestro recorrido vital vamos eligiendo que caminos tomar; y cuanto más diferentes son estos caminos de los que toman el resto de personas, más alejados nos sentimos de ellos, más ajeno nos resulta su estilo de vida, y más absurdas las conductas que despliegan. Sin embargo, si elegimos hacer lo que hacen los demás, movernos con las multitudes y adoptar sus sentimientos, más afines nos sentimos a ellos, y más cercanos nos parecen. Pero si vamos personalizando nuestra vida, según criterios propios y no de otros, más distancia creamos.

Cuanto más diferente es el otro, más incómodo nos resulta, pero no porque sea mala persona, ni porque haga cosas cuestionables, sino simplemente por su diferencia. Si decido que las conversaciones que me llenan son las que tienen contenidos filosóficos, una charla sobre deportes puede resultarme anodina, e incluso provocarme aversión. Y puede hacerlo hasta tal punto que desarrolle sentimientos de odio por quiénes tratan esos temas, ajenos a mi inquietud.

Una vez que hemos elegido un camino en la vida, y tomamos la decisión de transitarlo, pues es con el que realmente sintonizamos, los derroteros de muchas personas nos parecen vacíos y sin sentido. Y si en algún momento transitamos por ellos, sentimos que estamos perdiendo el tiempo improductivamente. Cuando hay gente que parece querer arrastrarnos a "su camino", es normal que percibamos una sensación similar a como "si nos absorbieran la energía". Pues realmente puede hacerlo, ya que realizar actividades que nos son afines a aquellas que nos estimulan, nos puede producir abotargamiento y desidia.

La gente a la que muchos califican como "mala", pues parecen querer aprovecharse de los demás, también siguen su camino. En estos casos, ese camino pasa por usar a los otros en su propio beneficio, y como a menudo encuentran individuos con los que pueden hacerlo, lo siguen usando como estrategia de prosperidad.

También hay quienes no parecen tener un mala intención aparente, pero que nos hacen sentir incómodos: la gente que se mueve despacio incomoda a los que somos más activos, las personas que hablan mucho molestan a quiénes disfrutamos del silencio, y aquellos que casi siempre quieren estar entre multitudes desagradan a quiénes nos gusta pasar tiempo solos. No son por ello gente tóxica, sólo son incompatibles con lo que nosotros anhelamos.

Un asesino tiene una conducta incompatible con una sociedad moderna, en la que la convivencia entre mucha gente es esencial para el bienestar. Pero en otros tiempos, cada tribu tenía alguien dispuesto a matar para defender a su grupo, y a menudo solía ser el líder. Hoy en día, de hecho, hay países que invaden a otros matando gente inocente en aras de una paz global, y muchos les apoyan. Para otros, esta conducta nos resulta totalmente incompatible con el bienestar humano.

Aún así, no es conveniente precipitarse y catalogar a los demás como tóxicos, como vampiros energéticos o como manipuladores (en algún momento todos manipulamos). Son gente incompatible con lo que anhelamos. Y cuanto más personal, propio y creativo es aquello que anhelamos, más personas pueden pasar a formar parte de "lo incompatible".

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