Pensamientos que crean emociones

El océano de nuestro pensamientos es tan inmenso, que resulta inabarcable para cualquier dispositivo de almacenamiento masivo. Debido a su magnitud, no todo lo que pensamos condiciona nuestras decisiones o nuestra conducta, sólo aquellas ideas que, de una o otra manera, hemos decidido priorizar sobre otras. Cómo otorgamos preferencia a unos pensamientos sobre otros es un acto a menudo inconsciente, pero que podemos hacer consciente con un pequeño esfuerzo interior.

De todo lo que pensamos hay esquemas ideológicos que parece reiterarse, y a los que permitimos dar vueltas en bucle dentro de nuestro psiquismo. Rumiamos una y otra vez algunas ideas, y les otorgamos así un poder inmenso, porque no permiten que otras ideas tengan cabida. Si creemos que estos pensamientos son inevitables, les otorgamos aún más poder. Pero eliminar aquello que no queremos reiterar no consiste en enfrentarse directamente a ello diciéndonos que no lo queremos ahí, pues así lo único que hacemos es seguir pensando en ello. ¿Cómo combatirlo entonces?

Un pensamiento se neutraliza con otro pensamiento que constituya algo que sí queremos en nuestra mente pues nos resulta estimulante, placentero o productivo. Al principio este nuevo pensamiento será débil, pero cuanto más lo visualicemos, mayor poder irá adquiriendo. Veámoslo con un ejemplo:

  • Pensamiento original: "Mi trabajo es agobiante, no se me valora como es debido y me siento frustrada en mi puesto laboral"
  • Posible efecto anímico: "Voy a trabajar desanimada, sin motivación y dispuesta a afrontar una jornada larga, tediosa y estresante"
  • Consecuencias psico-corporales: Cansancio, pérdida de energía, apatía, tensión en hombros y cuello, agitación con aumento del ritmo cardíaco...
  • Pensamiento neutralizador alternativo: "Mi trabajo me aporta un sueldo y facilita la vida a otras personas. Soy una parte de una mecanismo que crea riqueza. Aunque no es aquello que más me gustaría hacer, me da la posibilidad de hacer otras cosas que sí me resultan estimulantes."

Uno puede creerse o no creerse eso que se está diciendo, pero el mero hecho de repetírselo y de elegir ese pensamiento en vez del otro, va cambiando la manera en que se siente. Pensamientos negativos provocan emociones negativas, y pensamientos positivos generan emociones positivas. Pero como ambos tipos de pensamiento tienen cabida en la mente, de nosotros depende elegir cuáles queremos priorizar y cuáles queremos minimizar. Será inevitable que surjan pensamientos limitantes, angustiosos o depresivos, pero el tiempo que permanezcan ahí dentro será lo que les otorgue mayor o menor poder.

El problema no radica en las ideas que surjan, sino en el tiempo que les permitamos desarrollarse y crecer. Como las ramas de un árbol, los pensamientos van creciendo y dividiéndose en otros pensamientos. Podar aquello que no queramos, y permitir que crezcan libremente aquellos que nos agraden, es lo que permite construir un carácter con el que nos sintamos cómodos y plenos. Eso es lo que crea ramas con flores y frutos afines a nuestro Ser, y no estructuras improductivas que succionen nuestra energía y deterioren nuestro ánimo.

El trabajo de transformación de los esquemas mentales no es una cuestión de fe, es una cuestión práctica. Aquello que yo más piense, sobre todo si lo expreso hacia fuera, será lo que afecte a mi estado anímico. Por eso, una manera de iniciar este proceso consiste en cuidar aquello que uno verbaliza, pues crear palabras de un pensamiento lo hace pasar de lo abstracto a lo concreto. Una expresión es un pensamiento cristalizado que cobra así un fuerza inusitada. Por eso es tan importante elegir adecuadamente lo que se dice.

En conclusión, el estado anímico esta fuertemente influenciado por los pensamientos que priorizamos. Pero nuestro fuero interno es, o debería ser, algo sobre lo que sólo nosotros deberíamos decidir qué lo habita. Nosotros decidimos que seres se desarrollan en nuestro interior, cuanto tamaño alcanzan y cual es su poder de influir en nuestras emociones.

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