Las capas de la cebolla psicológica

La mente y la personalidad humanas se pueden visualizar como una estructura con aspectos más externos y observables, y otros más internos y ocultos. La labor de un psicólogo consiste, en muchas ocasiones, en crear el espacio y las condiciones para que una persona muestre sus aspectos más escondidos, y trate de entender cómo afectan a su conducta y a su vida. Lo cual, como hemos visto en anteriores entradas, supone una auténtico desafío interno.

Lo externo y lo interno no suelen estar divididos por un muro de hielo cuyo paso se restringe a determinados contextos y momentos. Entre lo más visible del ser humano y lo más oculto de este, puede haber un número indeterminado y variable de capas que, como en una cebolla, se superponen unas a otras. Ya que cada persona es un universo en sí misma, con sus particularidades e idiosincrasias, voy a tratar de desgranar cuales son algunas de mis diversas capas, con el objetivo de mostrar un ejemplo real que pueda ayudar a otros a interpretar sus diversos niveles de psiquismo:

Primera capa: la máscara

Mi primera capa no es especialmente llamativa. No soy una persona que llame la atención por la calle, y mi aspecto corporal no resulta reseñable. Debido a que he sido una persona más bien tímida, no muestro una tendencia a la comunicación, por lo que los demás tampoco sienten el deseo de hablarme. Esto condiciona mis relaciones, y ha condicionado buena parte de mi vida, en la que he tenido que aprender a expresarme y relacionarme con los demás. Esta capa está constituida por la máscara que mostramos a los demás, y que puede reflejar o no, lo que somos relamente.

Segunda capa: El discurso

Por eso, en la segunda capa existe una persona más intelectual, cuyo asiento psicológico lo constituye la gran cantidad de libros que he leído y los incontables estudios que he realizado. Esto me hace una persona con la que puede mantenerse una conversación que puede ser estimulante intelectualmente, y con la que se puede dialogar de muchos temas diversos. Pero para llegar a esta segunda capa hay que conocerme un poco más y mantener un cierto grado de relación conmigo. Esta capa conforma el discurso que relato a los demás, y cuyo contenido habla de mi mismo.

Tercera capa: La armadura

La tercera capa sólo es accesible a quiénes me conocen con más profundidad, o que han pasado mucho tiempo conmigo. En esta predomina un alto grado de narcisismo, de egoísmo y de vanidad. Esta capa hace que mis amistades íntimas sean pocas y discretas, pues esta lámina de mi personalidad suele generar aversión e incomodidad. Podríamos decir, además, que esta capa está acorazada, y que a partir de aquí cuesta mucho más acceder a mi interior, para mí mismo y para los demás. Es la armadura que custodia el acceso a niveles más profundos.

Cuarta capa: La vulnerabilidad

Por eso, precisamente, la cuarta capa requiere un cierto trabajo de introspección y de "mirar hacia dentro". Es la que condiciona a la anterior y la que explica, en parte, mi narcisismo egoísta. Es el nivel de las inseguridades, frustraciones, deseos truncados y miedos, ocultos por la armadura que constituye la capa anterior. En ella, tiendo a guardar aquello que no me gusta observar, pues es incomodo ver que está ahí dentro, pero que constituye lo que necesito observar si quiero desarrollarme como individuo y acceder a otros niveles.

Quinta capa: Los mecanismos internos

La quinta capa de profundidad muestra elementos abstractos  difíciles de definir. En ella se encuentra todo el conocimiento explícito e implícito que he ido acumulando, las destrezas que he ido adquiriendo y el patrón de pensamiento que tiendo a usar. Es la capa de los mecanismos mentales, donde se define cómo operan las anteriores capas descritas. Cada uno tenemos una forma de manejar nuestro psiquismo, una lógica particular que nos hace tomar decisiones típicas, o llegar a determinadas conclusiones. Biológicamente, se podría considerar como la forma en que nuestras neuronas se conectan y forma redes, por lo que implicaría también la forma en que creamos recuerdos y percibimos el mundo.

Sexta capa: El pasadizo del subconsciente

A partir de aquí, el cerebro y las dinámicas que éste genera se configuran desde estructuras primitivas, evolutivamente hablando. En esta capa están las reacciones inconscientes a determinadas situaciones, en base a nuestros registros pasados, y que han sido modulados por nuestra experiencia vital. De aquí surgen las reacciones involuntarias de nerviosismo, agitación o ansiedad, pero también la energía, la motivación o la tendencia de acción. Es el pasadizo donde vagabundean fantasmas mentales a los que cuesta observar, pero cuya identificación puede ayudarme a entender por qué soy como soy.

Séptima capa: La mazmorra

La séptima capa es un nivel infra-consciente, del que es casi imposible reproducir sus contenidos. Constituye aquello que he olvidado, pero que ha dejado un registro que afecta a las capas más superficiales de mi conciencia. Es la mazmorra donde he enterrado lo más desagradable de mi vida, lo que prefiero olvidar y desterrar de mi personalidad. Yo puedo no recordar estos eventos. pero siguen influyendo en mi conducta y en mi forma de pensar y sentir. Son elementos que se conectaron hace mucho con diversas estructuras mentales mediante vínculos de alta carga emocional. Por eso, aunque no los pueda definir, siguen interfiriendo en mi psiquismo.

Octava capa: La residencia del Ser

En la capa más profunda de la Conciencia al que he podido acceder se encuentra el propio Ser. Esa sensación interna que me conecta instintivamente con todo lo que está vivo, y me hace sentir parte de un Todo. En la octava capa reside lo que Realmente Soy, y se manifiesta externamente en esos instantes de perfecta calma, en los que no necesito nada ni a nadie, y pareciera que todo a mi alrededor estuviera perfectamente ordenado y en armonía. Sensaciones de plenitud que recuerdo tener desde muy pequeño, cuando mi mente funcionaba de una manera muy básica y simple. Pero también son sensaciones que se reducen con los años y que he de realizar un esfuerzo interior consciente para poder recuperarlas. Acceder a lo más íntimo del propio Ser nos conduce a ese estado de paz interior del que hablan muchas religiones. Sin embargo, este acceso está a menudo precintado por las barreras psíquicas que es preciso ir sorteando para llegar al Mismo.

Ni son todas las que están, ni están todas las que son, ni tampoco el orden es categórico. Cada uno puede, a partir de este esquema, tratar de definir, modificar o añadir aquellas capas que reconozca en su psiquismo, en un intento de estructurar la arquitectura estratificada de su mente. Y lo más importante, poder recuperar ese sensación de plenitud y armonía que todos tenemos en algún lugar recondito, o no tanto, de nuestra propia Conciencia.

Comentarios