Al resto me los entregó el miedo


El caminante se dirigía hacia la ciudad, esa de la que todos huían debido a la epidemia de peste que se había extendido en pocas semanas entre toda la población. A medida que se aproximaba, vislumbró una silueta alta y delgada, que estaba cubierta con una capa oscura, y portaba una gran guadaña sobre sus hombros.

A pesar de su temor inicial, pensó que si esa sombría figura se alejaba de la ciudad, el lugar podría comenzar a ser un sitio saludable, en el que los efectos de la peste se estaban reduciendo. Así que continuó caminando hasta que se cruzo con ella...

- ¿Donde te diriges, caminante? - preguntó la gran sombra.

- Me dirijo a la ciudad de la que te alejas. - respondió el peregrino.

- Allí queda poca gente, la mayoría me han entregado sus almas.

- ¿Qué fue lo que te entregó sus almas? - interrogó curioso el caminante.

- Las de unos pocos me las entregó la peste, que se había adueñado de sus cuerpos - contestó con calma la alta figura.

- ¿Y al resto? - continuó preguntando el caminante.

- Al resto me los entregó el miedo...

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