“Si se tiene carácter,
se tiene también
una vivencia típica
y propia
que retorna siempre”
(Friedrich Nietzsche)
Uno profundiza en su conciencia en función de aquello que
atiende. Si los estímulos culturales, informativos o de ocio que elegimos son
triviales e intrascendentes, mantendremos nuestros pensamientos en una capa muy
básica de nuestra conciencia. Si, por el contrario, elegimos textos o representaciones
artísticas que nos hagan plantearnos interrogantes, y cuestionarnos lo que
pensamos, sentimos o decidimos, nos invitamos a nosotros mismos a trabajar con
nuestra mente a un nivel más profundo e intenso. Veámoslo con un ejemplo:
Es posible que lleguemos tan cansados de trabajar, que lo
único que queramos es ver en la tele un programa sencillo, con un humor fácil y
distendido, sin mayores intenciones que “despejar” la cabeza”. Algo, en definitiva,
que no nos haga pensar ni darle muchas vueltas a lo que pasa en el mundo ni a
lo que hay dentro de nuestra mente.
Otra opción es que tras un breve descanso en el que nos
relajamos tras una larga y dura jornada laboral, optemos por leer textos que
nos obliguen a usar nuestra capacidad intelectual, y que pongan en entredicho
si las creencias que tenemos acerca del mundo son ciertas, prácticas o
estimulantes para nuestro bienestar y nuestra salud.
Para la primera opción, la fácil y asequible, los medios de
comunicación nos ofrecen múltiples posibilidades a las que accedemos tan sólo pulsando
un botón. Nos sentamos en un sofá, y dejamos que personajes sonrientes hagan
bromas con famosos, trucos de magia simpáticos o ridiculicen ingeniosamente a
quiénes resulta oportuno ridiculizar.
La otra opción, la difícil y costosa, implica que hagamos un
trabajo activo de búsqueda y de concentración para acceder a esos
planteamientos culturales que, además, no van a aportar una relajación
inmediata, sino un cierto grado de esfuerzo.
Por supuesto, entre ambas opciones hay una amplia gama de
grises, y si tenemos una vida atareada y acelerada, no siempre vamos a tener la
energía para, en nuestros ratos de ocio, elegir la opción activa en vez de la
pasiva. Pero, a largo plazo, elegir aquello que nos estimula intelectualmente,
resulta más práctico en todos los sentidos, y vamos a explicar por qué.
Los efectos de cuestionarse la existencia
Desde la antigüedad, y especialmente desde la Grecia
clásica, la filosofía nos ha inducido a pensar un poco más allá de lo que los
quehaceres diarios y las interacciones de nuestro entorno nos inducen a pensar:
¿Cuán es el sentido de nuestra existencia?, ¿somos aquello que realmente
queremos ser?, o ¿tomamos las decisiones que queremos tomar? Son preguntas que
podemos estar formulándonos indefinidamente sin llegar a respuestas claras. Pero
no es hallar respuestas el objetivo, sino que la mente se desarrolle en el
esfuerzo por encontrarlas.
Es como andar un camino sin saber si llegaremos a un
destino, pero en el recorrido aprendemos a movernos con soltura, rapidez y
destreza, haciendo nuestra marcha cada vez más fácil, eficaz y placentera. Con
la mente pasa lo mismo… El mero hecho de cuestionarse la realidad circundante
ya hace que adquiramos destrezas y aptitudes psicológicas. Cada vez miramos más
adentro, estructuramos mejor nuestro pensamiento y operamos mejor con nuestro
intelecto. En definitiva, aprendemos a manejarnos mejor psicológicamente e
intelectualmente.
¿Cuándo es práctico profundizar en la Conciencia?
Cuando uno tiene una existencia cómoda y distendida,
pareciera que todo ese esfuerzo mental no fuera productivo. Sin embargo, la
vida nos está brindando continuamente situaciones donde nuestro carácter y
nuestro desarrollo personal se pone en evidencia. Sin ir más lejos, la
situación de confinamiento a que estamos siendo obligados en estos meses de
marzo y abril de 2020, es una de estas situaciones. No poder salir a pasear, ir
a eventos culturales o, simplemente, ver pasar las nubes en el cielo, nos
enfrenta a lo que siempre va con nosotros: nuestro Ser interior.
En la soledad y el aislamiento también es fácil recurrir a
los estímulos informativos que intentan dar una explicación de la realidad y de
lo qué está pasando en el mundo. Pero sólo es una interpretación, ¿qué opinamos
nosotros al respecto?, ¿nos parecen lógicas y coherentes las decisiones
tomadas?, ¿estamos dispuestos a acatarlas sin plantearnos su razón de ser? Cuestionarse
las cosas y opinar sobre ellas es sano; es usar la mente para decidir, al
menos, que tipo de información queremos aceptar y cual de ella analizaremos
para tomar una decisión más sosegada y precisa.
Un refugio para la tormenta
Cuando uno ha leído textos filosóficos densos, de esos que
no ofrecen interpretaciones de la realidad, sino de los que te hacen cuestionarte
tu sistema de valores, entonces aprende uno a desarrollar y a manejar su
conciencia. Se crea así un carácter intelectual propio, y una forma de pensar
más objetiva y personal. Este desarrollo interior constituye un refugio para la
tormenta informativa a qué estamos sometidos, y que suele tener, bajo múltiples
apariencias, un mismo objetivo: mantener tu atención en unos temas concretos, y
crearte una opinión con respecto a ellos.
Lo fácil es coger las ideas de otros y hacerlas propias,
aunque realmente no lo sean. De hecho, los medios de comunicación saben cómo
introducir opiniones en nuestra mente y que parezca que se nos han ocurrido a
nosotros. La publicidad usa estos métodos continuamente para que creamos que
necesitamos aquello que realmente no necesitamos. Y así, anulamos el acceso a
nuestra Conciencia, y al uso más eficaz, productivo y estimulante de la misma.
Entramos en la inercia intelectual, renunciando a nuestro control intelectual.
Un poco más adentro
Al llevar la atención hacia dentro, los desafíos son innumerables
e inmensos. Pues aquí habitan temores, incertidumbres, vergüenzas e
inseguridades. También hay aptitudes, habilidades y recuerdos placenteros. La
interacción de todo eso configura nuestro estado anímico actual, y condiciona
las decisiones que tomamos en nuestra vida. Por tanto, ¿no merece la pena
profundizar para, al menos, observar qué opera aquí dentro?
Cuanto más adentro quiere entrar uno para conocer estos
contenidos, más oscuro y difuso en todo. Hay recuerdos que, de una u otra
manera, se han desfigurado o los hemos ocultado por lo incómodo de su
presencia. Pero esta incomodidad los arraiga con mayor fuerza, pues aquello que inquieta tiende a fijarse y a condicionarnos. Y
es sobre este condicionamiento sobre el que podemos operar, si queremos…
Hay muchos métodos de profundización intelectual, como la
meditación, la escritura creativa o la interpretación de los sueños (vía regia
al conocimiento del inconsciente, que decía Freud). La técnica no es lo
relevante, sino el acto en sí. Tampoco los resultados a obtener, sino el camino
a recorrer, pues en este desarrollaremos, cada vez más, las capacidades que nos
permitan entender por qué somos como somos, por qué sentimos como sentimos, y
por qué obramos como obramos.
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