Seguir (o no seguir) al rebaño

Cuando uno decide acatar las imposiciones sociales en un momento determinado, no por ello decide también compartir la opinión acerca de ello. Mantenerse en el pensamiento grupal y consensuado es, de hecho, una forma cómoda y superficial de operar con la propia mente. Eso se debe un hecho esencial: profundizar para conocer lo que uno piensa realmente acerca de algo, requiere un esfuerzo psíquico determinado.

La pereza mental nos induce a mantenernos en el mismo tipo de decisiones, aficiones y reflexiones que los demás. Sin embargo, cuestionarse las normas sociales y averiguar la lógica subyacente implica una activación intensa. Uno puede "fiarse" de los argumentos de científicos o expertos sobre una materia concreta, pues se sobreentiende que ellos han estudiado más sobre el tema, pero no por ello uno ha de dejar de planearse cuestiones al respecto.

Todo conocimiento se basa, de hecho, en cuestionarse si lo que hasta ahora se tenía como cierto o válido, realmente lo es. Y no sólo eso, tratar de refutar las hipótesis previas es lo que permite avanzar a la ciencia.

Sin embargo, eso no es lo fácil. Lo más cómodo es asumir el pensamiento grupal o adoptar, sin argumento alguno, lo contrario a lo socialmente admitido, por mera actitud reactiva. Es decir, las opiniones se polarizan en dos direcciones: lo oficial o lo reactivo, la docilidad o la rebeldía, asumir o confrontar.

Pero, ¿qué opinamos cada uno al respecto de algo? ¿nos informamos para tomar una decisión personal? o, por el contrario ¿nos limitamos a aceptar lo que nos dicen?

Tan sólo formularse preguntas ya implica una trabajo mental de profundización que no sólo cuestiona lo externo, sino que además nos induce a explorar en lo interno. Nos ayuda a conocernos, a observar como nuestras creencias previas interactúan con los nuevos conceptos, y cómo nuestra realidad personal se adapta al influjo social. En definitiva, profundizamos en nuestra Propia Conciencia.

El acto de auto-conocimiento que surge de esto no implica, necesariamente, obtener la verdad sobre lo que sucede fuera. A menudo, ni siquiera nos aporta una visión práctica o coherente de ello. Es más, lo habitual es que nos mantenga en un mayor grado de incertidumbre que se debe, frecuentemente, a la insuficiencia de datos para establecer una teoría realista de la situación.

Vivimos una época de imposiciones sociales. Y las más poderosas no son las evidentes y explícitas, sino las sutiles e implícitas. Aquellas que requieren un profundo análisis para poder decidir si queremos, o no, seguir al rebaño. Aunque no sepamos bien a dónde va.

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